

Luego de un arduo año laboral, los trabajadores de todas las empresas que tienen como sede al Empire State, tuvieron su merecida y tan anhelada fiesta de fin de año.
Con la excusa de variar y hacer más atractivo el festejo, en esa oportunidad se decidió que la celebración sería bajo la temática “Enfrentamiento Pirata”.
Todos los trabajadores fueron disfrazados de piratas, y cada empresa representó a un equipo que compitió con los equipos de las otras empresas.
El juego, que tenía como duración una hora, consistió en una lucha de Paintball entre los integrantes de las empresas, en las que cada equipo tenía designado un color y en el que cada participante tocado o manchado quedaba inmediatamente eliminado de la competición.
Luego de una hora de aguerrida batalla colgados del Empire State por arneses, el equipo de la empresa de construcción J.J Thompson resultó el ganador. Pero el coraje todavía estaba por demostrarse. El objetivo final del juego era el de bucear en el tanque de agua del rascacielos, en el que había un tesoro que contenía un millón de dólares, y no sólo el dinero estaba en juego, sino que quién se animase a entrar al tanque recibiría un ascenso como gerente de su área. Sólo había un pequeño obstáculo que eludir antes de la tan codiciada recompensa: que dentro del tanque de agua se deslizaba placidamente un tiburón blanco.
¿Quien de la empresa J.J Thompson tendría el coraje y la ambición de sumergirse allí por un millón de dólares y un ascenso? ¿Cuál de los miembros de la compañía arriesgaría su vida por ascender en el competitivo mundo laboral?
La discusión dentro del grupo se ponía cada vez más tensa, los líderes innatos miraban fijo al piso dejando entrever su cobardía, los compadritos de cada sección, los que siempre llevaron la batuta, se miraban de reojo sin animarse a dar un paso al frente. Cuando parecía que dentro de la empresa no existía valentía ni ambición suficiente para desafiar a la muerte, del fondo del grupo se escuchó un susurro: _ Yo lo hago.
Todos los empleados se dieron vuelta para conocer la cara de aquel tímido susurro, y con asombro todos comprobaron que quien se disponía a sumergirse era el Che pibe de la empresa.
Perplejos, todos pensaron que ese muchacho (nadie en realidad conocía su nombre) no estaba en sus cabales, si a lo máximo que podía ascender era a ser encargado del área de cadetería. Ese Che Pibe, al que nadie le conocía el nombre, tuvo la valentía de bucear el tanque de agua, eludir al tiburón blanco y salir intacto con el tesoro.
Hasta ese momento nadie sabía su nombre, ahora todos lo conocen como Barack Obama.
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